martes, 26 de febrero de 2019

Sellos Prehispánicos




Un elemento frecuente en los contextos arqueológicos
 mesoamericanos de prácticamente todos los periodos
 lo constituyen objetos de barro –aunque se han encontrado
 unos cuantos ejemplares en piedraplanos o cilíndricos
 que llevan incisas figuras de diversa índole. Se trata
 de los llamados sellos (objetos en los que la cara grabada
 es plana) y pintaderas (aquellos redondos en los que el
 grabado cubre toda la circuferencia). Generalmente se
 ha asumido que eran utilizados para estampar los motivos
 que llevan grabados, y de hecho algunos ejemplares
 conservaban restos de pigmentos, usualmente negro, blanco,
 rojo o amarillo. Si bien existe acuerdo sobre ese uso,
 sobre lo que no lo hay es sobre la superficie en que se
 estampaban, pues podía haberse hecho sobre corteza,
 tela, cerámica o sobre la piel. La idea más generalizada
 es que sellos y pintaderas se utilizaban para adornar el cuerpo,
 supuesto basado más en una deducción lógica que en
 evidencia concreta, aunque esta ausencia de pruebas
 se justifica por el hecho de que su uso sobre la piel era efímero por necesidad.






La fabricación de sellos y pintaderas es una práctica
bastante antigua y difundida en Mesoamérica;
se conocen ejemplares desde el Preclásico hasta 
el Posclásico en prácticamente todas las regiones.
En ellos se grababan diseños de diversas clases
que incluyen los geométricos (todos con un significado
particular, como el quincunce, que simbolizaba los rumbos del universo),
así como animales (entre los más comunes aves y serpientes),
plantas, flores, rostros humanos, manos y pies. La abundancia
de sellos y la variedad de contextos en que se han encontrado
indican que su utilización era común y que a diferencia de otras prácticas
de adorno corporal, como el tatuaje o el uso de narigueras y bezotes,
era permitido a una buena parte de la población.
El adornar el cuerpo con sellos se hacía seguramente en ocasiones
determinadas, para ritos y fiestas en las que el propio cuerpo
humano era parte de la ceremonia, y las figuras que se ponían
sobre él le daban significado y le conferían un rol particular.
La amplia diversidad de diseños que se encuentran en sellos
y pintaderas indica que, además de vincular el cuerpo pintado a una
ceremonia específica, también servían para señalar la
pertenencia a un grupo determinado.












Fotografía: Jesùs Jimènez Gòmez

Fuente: Arqueología Mexicana







sábado, 23 de febrero de 2019

Voladores de Papantla




El ritual de los voladores de Papantla inició como una ceremonia
 en la época prehispánica, que tenía que ver con un rito orientado
 a pedir lluvia debido a un periodo largo de sequía,
 el rito en aquellos tiempos no se iniciaba aventándose al vacío,
 si no con la selección del “palo volador” se internaban
 en busca del más alto, se danzaba en torno a él y se realizaba
 toda una serie de pasos para llevarlo al lugar en donde lo colocarían,
 un dato curioso es que las mujeres tenían prohibido tocarlo
 ya que era una señal de mal augurio. Actualmente se ha
 generalizado al empleo de postes de acero con pequeños peldaños
 metálicos, conservándose únicamente de madera el bastidor
 y el tecomate. La altura varía de un palo a otro: el que se encuentra
 en la explanada de la iglesia de Papantla mide aproximadamente 37 m;
 el localizado en El Tajín tiene casi 27 m; y el del Museo Nacional de
 Antropología de la ciudad de México alcanza los 25 m.










Vídeo: Jesùs Jimènez Gòmez

Fuente: Wikipedia

Canal: TostyChoys