Originalmente, Adamo Boari proyectó colocar los cuatro pegasos
en el interior del Palacio de Bellas Artes, en los cubos que rematan
el escenario, pero a causa del retraso en el desarrollo de la construcción,
primero por problemas presupuestales y técnicos, y después por el
movimiento revolucionario, abandonó su “elefante blanco” volviendo
a Italia en 1916, habiendo concluido únicamente casi todo el exterior.
Los Pegasos alegóricos al género lírico y al arte dramático, fueron
traídos desde España y realizados en bronce por el catalán Agustín Querol
y Subirat; se dice que en efecto, alcanzaron a ser colocados en el sitio
donde se planeo desde el principio, pero sólo por un breve tiempo, ya que
durante los años veinte permanecieron en cada una de las esquinas de la Plaza
de la Constitución, como se puede apreciar en imágenes que hay en la red de lo
que hoy es el Zócalo capitalino.
Fue el arquitecto Federico Mariscal, encargado de concluir el
Palacio de Bellas Artes en 1934, quien los reubico en la explanada
frontal en nuevos pedestales, y desde entonces sólo se mueven cuando
la tierra tiembla, como si quisieran huir al cielo.
Fotografía: Jesús Jiménez Gómez
Fuente: Vida de Peatón
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