Según la historia de 1623 basada en testigos oculares, una familia
de cirqueros que se dirigían a la ciudad de Guadalajara llegó a descansar
a esta región, trayendo con ellos varios espectáculos, entre ellos, el de una
niña que brincaba en un trapecio sobre una cama con dagas. En un acto,
la niña no equilibró bien y cayó sobre la misma provocándole la muerte
inmediata. Poco antes del entierro de la niña, una indígena llamada Ana Lucía,
esposa de Pedro Andrés, que se encargaba de cuidar la pequeña capilla, al ver
el dolor de los padres de la niña pidió llevar a una pequeña imagen que ella
llamaba «La Cihualpilli» (que significa La Gran Señora), diciendo que era
milagrosa, ya que en ocasiones la imagen cambiaba de lugar, de la sacristía
al altar y en el transcurso de la noche cambiaba de lugar en repetidas
ocasiones. Según las narraciones, la colocó en el pecho de la niña quien
con este hecho volvió a la vida.
También se cuenta que el dueño en agradecimiento llevó consigo la imagen
a Guadalajara para ser restaurada. Cuando quiso pagar el trabajo de reparación,
los responsables de la misma habían desaparecido, por lo que se adjudicó
la restauración a una intervención angélica.
Fotografía: Jesús Jiménez Gómez
Fuente: Wikipedia
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