miércoles, 16 de diciembre de 2015

Juan Diego y La Guadalupana




Según la tradición católica, el santo Juan Diego Cuauhtlatoatzin
 nació en 1474 en Cuautitlán, entonces reino de Texcoco,
 perteneciente a la etnia de los chichimecas.
 Su nombre era Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba
 ‘águila que habla’, o ‘el que habla con un águila’.

Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los padres franciscanos
 ―llegados a México en 1524―, recibió el bautismo,
 donde recibió el nombre de Juan Diego, y su esposa se llamó María Lucía.
 Se celebró también el matrimonio cristiano. Su esposa falleció en 1529.

El Nican Mopohua narra que el sábado 9 de diciembre de 1531,
 mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac,
 tuvo lugar la primera aparición de la Virgen María,
 que se le presentó como «la perfecta siempre virgen santa María,
 madre del Dios verdadero».
 La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al obispo capitalino
 ―el franciscano Juan de Zumárraga― 
la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición.
 Como el obispo no aceptó la idea, Cuauhtlatoatzin volvió a ver a la Virgen
 ese mismo día y ella le pidió que insistiese.






El día lunes 11 Cuauhtlatoatzin no fue al Tepeyac
 porque halló a su tío Juan Bernardino enfermo,
 su tío le pidió a Juan Diego que al día siguiente fuera a Tlaltelolco
 en busca de un confesor, pues estaba seguro de que iba a morir.
 Juan Diego obedeció y salió muy de mañana
 el día martes 12 de diciembre de 1531,
 pero recordando que la Virgen lo tenía citado
 y temeroso de que lo entretuviera y no lo dejara ir en busca del confesor,
 quiso evitar su encuentro y así, en vez de seguir,
 derecho su camino, subió por entre el Tepeyac
 y el cerro al que estaba unido pensando rodear el Tepeyac
 por la ladera que mira al oriente hasta llegar a donde ahora 
queda el frente de la Basílica y tomar ahí el camino de Tlaltelolco.
 En su camino la virgen le salió al encuentro
 y le explicó la situación de su tío.

La Virgen entonces le dijo que subiera a la cumbre del cerrito
 donde solía verlo y que cortara las flores que allí encontraría,
 invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac
 para recoger flores y traérselas a ella.
 No obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar,
 Cuauhtlatoatzin encontró unas rosas de Castilla no nativas de México.
 Una vez recogidas las colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen,
 que le mandó presentarlas al obispo como prueba de veracidad.
 Una vez ante el obispo el santo abrió su «tilma»
 y dejó caer las flores mientras que en el tejido apareció,
 inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, 
que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la 
Iglesia en México.





Fotografía: Jesús Jiménez Gómez

Fuente: Wikipedia 










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