Una vela,
candela o bujía es una fuente de iluminación,
consistente en una mecha que
asciende por el interior
de una barra de combustible sólido, como puede ser la
cera,
la grasa o la parafina (el más habitual en la actualidad).
Encender velas y lámparas ha sido considerado de tiempos
muy
antiguos como una prueba exterior de alegría y también,
por medio de ellas se
manifestaba el respeto hacia ciertas
personas distinguidas. Así es que se
llevaba delante de algunos
magistrados romanos entre otras insignias de
distinción en una mesa
en la que había un libro y como dos candeleros con dos
velas encendidas.
El uso de las candelas o los cirios en las ceremonias o
cultos religiosas
es de la más remota antigüedad. Sabemos que los paganos se
servían
de antorchas en sus sacrificios, sobre todo, en la celebración de los
misterios de Ceres y que ponían cirios encendidos delante de
las estatuas de
sus dioses.
Unos creen que a imitación de esta ceremonia pagana fueron
introducidos los cirios en la Iglesia. Otros sostienen que los
primeros
cristianos tomaron este uso de los judíos.
Sin embargo, parece que el origen o
introducción de las
candelas no debe buscarse ni en unos ni en otros, sino en
el
cristianismo mismo. Es bien sabido que no pudiendo reunirse los
primeros
fieles sino en lugares ocultos y subterráneos
estarían obligados a valerse de
antorchas y luces para la
celebración de los misterios de su religión y cuando
después
pudieron edificar altares y templos tuvieron también necesidad
de ellas
porque estos estaban construidos de modo que apenas
dejaban entrar la luz con
el objeto de inspirar más respeto y
veneración por medio de la oscuridad. Este
parece ser el origen
más natural de la introducción de los cirios en la
Iglesia. Y éstos,
que en un principio fueron de necesidad, pasaron a ser con el
tiempo
un adorno y algunas veces, parte de ceremonias misteriosas y simbólicas.
Fotografía: Jesús Jiménez Gómez
Fuente: Wikipedia
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