Un elemento frecuente en los contextos arqueológicos
mesoamericanos de prácticamente todos los periodos
lo constituyen objetos de barro –aunque se han encontrado
unos cuantos ejemplares en piedra– planos o cilíndricos
que llevan incisas figuras de diversa índole. Se trata
de los llamados sellos (objetos en los que la cara grabada
es plana) y pintaderas (aquellos redondos en los que el
grabado cubre toda la circuferencia). Generalmente se
ha asumido que eran utilizados para estampar los motivos
que llevan grabados, y de hecho algunos ejemplares
conservaban restos de pigmentos, usualmente negro, blanco,
rojo o amarillo. Si bien existe acuerdo sobre ese uso,
sobre lo que no lo hay es sobre la superficie en que se
estampaban, pues podía haberse hecho sobre corteza,
tela, cerámica o sobre la piel. La idea más generalizada
es que sellos y pintaderas se utilizaban para adornar el cuerpo,
supuesto basado más en una deducción lógica que en
evidencia concreta, aunque esta ausencia de pruebas
se justifica por el hecho de que su uso sobre la piel era efímero por necesidad.
La fabricación de sellos y pintaderas es una práctica
bastante antigua y difundida en Mesoamérica;
se conocen ejemplares desde el Preclásico hasta
el Posclásico en prácticamente todas las regiones.
En ellos se grababan diseños de diversas clases
que incluyen los geométricos (todos con un significado
particular, como el quincunce, que simbolizaba los rumbos del universo),
así como animales (entre los más comunes aves y serpientes),
plantas, flores, rostros humanos, manos y pies. La abundancia
de sellos y la variedad de contextos en que se han encontrado
indican que su utilización era común y que a diferencia de otras prácticas
de adorno corporal, como el tatuaje o el uso de narigueras y bezotes,
era permitido a una buena parte de la población.
El adornar el cuerpo con sellos se hacía seguramente en ocasiones
determinadas, para ritos y fiestas en las que el propio cuerpo
humano era parte de la ceremonia, y las figuras que se ponían
sobre él le daban significado y le conferían un rol particular.
La amplia diversidad de diseños que se encuentran en sellos
y pintaderas indica que, además de vincular el cuerpo pintado a una
ceremonia específica, también servían para señalar la
pertenencia a un grupo determinado.
Fotografía: Jesùs Jimènez Gòmez
Fuente: Arqueología Mexicana
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