La mantis religiosa debe su nombre a sus prominentes patas
delanteras,
que están dobladas y juntas en un ángulo que recuerda a la posición
de oración.
Mantis hace referencia al género mantis, al que solo pertenecen
ciertas
especies de mantis religiosa.
A pesar de su nombre, estos fascinantes insectos son unos
fantásticos depredadores. Su cabeza triangular se alza en lo alto
de un
estirado cuello, que de hecho es un tórax alargado. Los mántidos
pueden girar
la cabeza 180 grados para escudriñar los alrededores con
sus dos grandes ojos
compuestos y tres simples situados entre ellos.
La mantis, que suele ser verde o parda y se camufla muy bien
entre las
plantas de su hábitat, embosca o acecha pacientemente a sus presas.
Usan sus patas delanteras para atrapar a su victima con unos reflejos tan
vertiginosos que resulta difícil verlo a simple vista. Además, las patas
presentan
pas con las que atrapan e inmovilizan a la presa.
Muy a su pesar, polillas, grillos, saltamontes, moscas y
otros insectos
suelen despertar el nada deseado interés de la mantis. Por otra
parte,
estos animales también se comen a los de su propia especie. El ejemplo
más famoso de ello es la infame conducta amatoria de la hembra adulta
que en
ocasiones se come a su pareja justo después del apareamiento, e incluso
durante. A pesar de ello, los machos no rehuyen la oportunidad de reproducirse.
Peródicamente, las hembras ponen cientos de huevos en una
pequeña bolsa,
de la que las larvas emergerán con un aspecto muy similar al de
sus progenitores a escala diminuta.
Fotografía: Jesús Jiménez Gómez
Fuente: National Geographic
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