En la Puebla del Siglo XVII,
había una mujer devota del
Cristo de la Caída,
mejor conocido en la actualidad como “El Señor de las
Maravillas”.
La poblana, fiel religiosa, acostumbraba visitar todos los
días
el templo de Santa Mónica (Calle 5 de Mayo y 18 Oriente-Poniente)
y llevar
flores a la imagen, a la que pedía por su esposo,
quien permanecía encerrado en
la cárcel de San Juan de Dios.
Dice la leyenda que en una de las visitas a su marido,
la
mujer conoció a otro interno. Era un hombre solitario
y por esa razón, decidió
que a partir de ese momento,
no sólo llevaría comida para su marido cuando
fuera a la prisión.
Así lo hizo hasta que un día, su marido fue liberado;
pero
esta poblana había resuelto que no dejaría de visitar
al otro recluso… Con el
tiempo, el esposo comenzó a desconfiar
ante las constantes ausencias de su
mujer y sospechó que ella era infiel.
Él tomó entonces un puñal e interceptó a la mujer en una de
las visitas.
–¡¿Qué llevas en el canasto?!– preguntó el hombre. –
Llevo
maravillas para el Señor de la Caída– respondió su esposa.
Al abrir su canasta, la pareja encontró que la comida
efectivamente
se había convertido en flores y ante tal milagro, la mujer se
arrepintió
de haber mentido y explicó a su esposo la situación real.
Ambos estaban conmovidos por lo que había pasado
y
ofrecieron las maravillas ante el Cristo de la Caída,
y se dice que esta fue
una de las razones por las que ahora,
la imagen se llama “el Señor de las
Maravillas”.
Fotografía: Jesús Jiménez Gómez
Fuente: Wikipuebla
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