Las Piedras Sagradas del Sochule,
ubicadas en el macizo
montañoso oriente,
del majestuoso Valle de Tzapotlán,
resulta ser uno de los
complejos monumentales
más asombrosos del mágico pasado de Zapotlán.
En el
Fuego Nuevo de 1455, según el Códice de Cuauhtitlán,
Nepohualco, rey de
Tlayólan, ofreció en sagrado
sacrificio a su hija Tonantzin.
Tlalocatépetl, estaba llorando de impotencia,
al ver que su
amada Tonantzin iba a ser sacrificada
para agradar a la Piedras Sagradas,
llamadas del Sochule.
Nepohualco estaba a punto de clavar la punta del cuchillo
de obsidiana
en el pecho de su amada hija, cuando de repente la tierra
empezó a
temblar, arrojando al precipicio,
que está enseguida de las dichas piedras, al
rey Nepohualco.
Las Piedras Sagradas del Sochule, lanzaron un ruido
estruendoso,
como el de un quejido, que inevitablemente asustó a todos
los
naturales que se encontraban en el lugar.
Se habían cumplido los designios del
chaman,
Cacama, quien había advertido al rey Nepohualco
que las Piedras
Sagradas del Sochule
querían una ofrenda de amor y no de dolor.
Ahora que todos se han enterado del porqué el enojo
de las
Piedras Sagradas del Sochule,
lamentan la muerte el egoísta rey Nepohualco;
y
la feliz pareja, formada por Tonantzin y Tlalocatépetl,
postrados, en bella ceremonia,
unen sus almas para toda la vida,
siendo testigos de esta dicha la Piedras
Sagradas del Sochule.
Fotografía: Jesús Jiménez Gómez
Fuente: CiudadGuzman
No hay comentarios:
Publicar un comentario